En un antiguo parque en la zona residencial, en medio de la ciudad de Parga se veía todos los días pasear a un par de hombres que salían de una casona frente al parque casi a un costado de la oficina postal. Era rutina de ellos dar unas vueltas a la manzana que cubría el parque y luego sentarse a conversar en la misma banca que veía hacia el reloj del municipio.
Cada tarde en una especie de “Déjà Vu” hacían ese recorrido, como los perros giran para dormirse, ellos circunvalaban el parque hasta llegar a su tan poco lustrosa banca, tan sólo para contar una y otra vez la misma historia mien